Un viaje de ida
O bueno, dos o tres.
Un simple mail puede cambiarlo todo

Ya les contamos que este viaje se pensó mucho y se postergó aún mas, pero un día, casi cuando nos habíamos olvidado y andábamos muy cómodos trabajando y terminando una carrera universitaria, llegó un mail que lo cambió todo.
Nuestra idea original de viaje era por América y en casita con ruedas. Ya teníamos vista una posible van y teníamos que vender unas cuantas cosas para poder hacerlo realidad. Pero todo llevaba su tiempo, el invierno llegaba y este team verano se estaba impacientando.
Era 15 de abril y el mail decía: OFERTA DE VUELOS A EUROPA, y un sin fin de combinaciones, fechas y destinos. No por casualidad lo abrí en la oficina y tampoco por casualidad se me acelero el corazón. Las ofertas eran verdaderos ofertones y por ahí una llamo mi atención: BUENOS AIRES – BOLOGNA, 25 de mayo, 7800 pesos ida y vuelta.

De Bologna no conocíamos más que la bolognesa, y andábamos con una tesis atravesada en el camino pero por alguna razón estuvimos de acuerdo en que ése vuelo era la llave hacia nuestra nueva vida, y había que comprarlo YA.
Ese último mes todo salió de maravillas, la tesis se concretó y esa etapa se cerró (me salió una rima), el hostel quedó en buenas manos, vendimos algunas cosas, acomodamos otras en casa de familia y amigos, vaciamos, pintamos y entregamos el departamento que nos había acobijado desde principios de nuestra relación, y hasta fiesta de recibida de universidad/despedida de Argentina llegamos a hacer.
El viaje arrancó como tenía que arrancar: con vuelos demorados, tormentas, problemas técnicos en el avión y la llegada al primer país, con otro idioma, a las 12 de la noche y sin alojamiento reservado, pero hacia calor y era el primer día de nuestra nueva vida, así que no importaba nada.
Cinco meses pasaron viajando por Europa central, Marruecos y Europa del este, hasta que los ahorros ya casi habían volado y teníamos que tomar una decisión.
La decisión era seguir, estábamos más hambrientos de mundo que nunca, el tema era..
¿CÓMO?
No lo sabíamos, pero buscando la forma llegamos hasta una data que nos cambió la vida: la visa “Working Holiday” para trabajar y viajar por Nueva Zelanda. Por supuesto al principio sonó loco, pero a los dos minutos ya habíamos tomado la decisión de aplicar. No fue fácil, pero lo logramos, y un mes más tarde y después de una maratón de viaje desde Croacia hasta Turquía, tomamos un vuelo al segundo continente del viaje: OCEANÍA.
En Nueva Zelanda hicimos de todo. Nos compramos un auto juntos por primera vez, nos mudamos al campo y trabajamos con plantas de lúpulos y después de manzanas. Nos fuimos a la ciudad para armar carpas para eventos, preparamos comidas para las aerolíneas, llenamos camiones en una fabrica de manteca, limpiamos en hospitales, servimos desayunos en un hogar de ancianos y empaquetamos kiwis. Y sí, obvio, también viajamos por esas dos islas creadas por los dioses de los paisajes.

Después de ocho meses de trabajo bien duro y un mes de viaje, se venía el frío y como siempre, le huimos. ¿Dónde nos fuimos?
Sí, a nuestra parte favorita del mundo mundial: EL SUDESTE ASIÁTICO.
Pasamos dos meses en Indonesia, dos meses en Malasia, 20 días en Myanmar, casi 4 meses en Tailandia (donde conocimos la mejor herramienta para vivir viajando) y volvimos a Oceanía, porque claro, los ahorros no son infinitos, así que tocaba volver a ahorrar en dólares.


En Australia no estuvimos tanto tiempo, trabajamos un tiempo, hicimos mucho Housesitting por todo Sidney y conocimos mucha gente copada, pero algo sucedió en el medio y cambió nuestros planes: CONSEGUIMOS ENTRADAS PARA EL MUNDIAL DE RUSIA, bueno, Nachi consiguió, así que decidimos viajar un mes por Vietnam y luego separarnos por primera vez: Nachi directo a Rusia, Juli a Laos y Camboya.
Así llegamos a estar un año explorando una de las zonas del mundo que más amamos y extrañamos, y para cuando el mundial ya estaba empezado y ambos estábamos en un punto del mundo diferente, aparecieron entradas extras y ahí nos reunimos en San Petesburgo para alentar a nuestra selección.
La experiencia fue impresionante, aunque mucho más corta de lo deseada, lo que por otro lado nos llevó a conocer uno de los países que más nos gustó de Europa: UCRANIA.
Después de Ucrania siguió Bulgaria, Rumania y España. Cuidamos 3 gatos en Sevilla durante casi un mes y volamos a casa a sorprender a amigos y familia.
Parecía que nuestro viaje había terminado, o al menos por un tiempo, pero aún no habíamos sido diagnosticados por adicción a los viajes, y eso sucedió a las pocas semanas de estar quietos.
Diez meses después de trabajar en nuestra ciudad para ahorrar antes de la próxima aventura, llegamos a México para dar comienzo a nuestro segundo gran viaje de ida.
Después de dos meses en el caribe pero sin poder meternos al mar por la presencia del sargazo, volamos a Estados Unidos y conocimos a LA VIEJI, una Toyota del 91 que se convertiría poco después en nuestra mejor compañera y nuestra casa con ruedas durante dos años, mientras recorrimos Estados Unidos y México, vivimos una pandemia viviendo adentro de un motorhome y caíamos en la cuenta que la vida sobre ruedas nos estaba gustando cada vez más.



Una vez más, volvimos a Argentina pero ahora sí muy seguros de que ese regreso era solo para cargar energías, abrazar a los nuestros y descansar un poco del movimiento, pues el próximo proyecto ya estaba en marcha.
Una vez más un mundial de futbol nos sirve de objetivo, de guía, y de gran excusa para seguir conociendo el mundo.
Medio Oriente, allá vamos.
Nuestro viaje en el mapa
en tiempo real
¿Por qué
un viaje de ida?

Estábamos en nuestro Airbnb de Málaga, España, y a pesar de que habíamos alquilado solo una habitación (como en todos los destinos), la dueña de casa decidió confiar mucho en nosotros y se fue de vacaciones dejando toda la casa a nuestra disposición.
Quizás no te resultará gran cosa, pero después de casi dos meses de viaje, que te dejen una casa entera no es para nada un detalle menor, así que ahí aprovechamos para descansar un rato, tomar decisiones, organizar las fotos, etc.
Fue en ese momento cuando otra vez surgió la discusión sobre crear o no un blog de viajes, y a pesar de que decidimos que no era el momento, queríamos compartir un poco nuestras fotos y relatos y la otra forma que encontramos fue hacerlo mediante una página de Facebook (perdón por tanta vejez).

La cuestión es que había que ponerle un nombre y la cosa no fluía, no se nos ocurría mucho y lo poco que surgía ya estaba en uso, así que desistimos y unos días más tarde cruzamos de continente e iniciamos una de las aventuras más incómodas, intensas y hermosas del viaje: Marruecos.
Casi olvidado estaba el tema del nombre para la página de Facebook, cuando un día en Marruecos hablando sobre el “Tajín”, una comida típica que no podíamos dejar de comer, alguno de los dos dijo “este tajín es un viaje de ida”, y automáticamente supimos que ese era el nombre que estábamos buscando.
Nos pareció que era el nombre perfecto porque es una frase muy argentina que normalmente usamos para hablar de algo que es “demasiado bueno”, porque literalmente viajamos sin fecha ni pasaje de regreso, y también porque después de este viaje, nada volverá a ser igual.
¿No es el nombre perfecto?